En una compilación de 8 cuentos infantiles, llega Caprichito el niño monarca, ideal para leérselo a los niños que no toman la sopa!!!
Caprichito y las voces...
A Caprichito el niño monarca le regalaron una honda, hecha con una vara y una banda, no se veía nada rústica...
Al principio parecía inofensivo y correteaba dando saltitos y bailoteando por el Reino, pero al siguiente día aprendió a usarla y lo que parecía un juguete, pronto se convirtió en un arma...
Sus primeras víctimas fueron un par de muñecos, aunque pronto encontró más diversión en disparar sobre los pajarillos del castillo... Le pegó a uno y luego a otro... Uno por uno fueron cayendo y una por una se fueron apagando sus voces. En muy poco tiempo el Reino quedo desolado, más gris que nunca, por la falta del color de los pájaros, y silencioso por la ausencia de sus innumerables cantos.
Lo que no sabía Caprichito el niño monarca es que por encima del castillo siempre volaba un águila de enorme envergadura, su sombra cubría el reino cada vez que pasaba cerca del sol, y su graznido se escuchaba en cada rincón del poblado.
Caprichito pensó, "no importa tengo mi honda si intenta atacarme", pero su honda no era lo suficientemente poderosa para un ave de semejante tamaño. Entonces sucedió, el águila cayó en picada y sin que Caprichito se diera cuenta o intentara usar su honda, el ave lo tomó entre sus garras y se lo llevó lejos de aquel reinado.
Caprichito el niño monarca nunca alcanzó a entender que los pajaritos más pequeño, con su trinar, alertaban al poblado de los embates del águila y que, acalladas sus voces, era cuestión de tiempo pasara. (13/12/15)
Al principio parecía inofensivo y correteaba dando saltitos y bailoteando por el Reino, pero al siguiente día aprendió a usarla y lo que parecía un juguete, pronto se convirtió en un arma...
Sus primeras víctimas fueron un par de muñecos, aunque pronto encontró más diversión en disparar sobre los pajarillos del castillo... Le pegó a uno y luego a otro... Uno por uno fueron cayendo y una por una se fueron apagando sus voces. En muy poco tiempo el Reino quedo desolado, más gris que nunca, por la falta del color de los pájaros, y silencioso por la ausencia de sus innumerables cantos.
Lo que no sabía Caprichito el niño monarca es que por encima del castillo siempre volaba un águila de enorme envergadura, su sombra cubría el reino cada vez que pasaba cerca del sol, y su graznido se escuchaba en cada rincón del poblado.
Caprichito pensó, "no importa tengo mi honda si intenta atacarme", pero su honda no era lo suficientemente poderosa para un ave de semejante tamaño. Entonces sucedió, el águila cayó en picada y sin que Caprichito se diera cuenta o intentara usar su honda, el ave lo tomó entre sus garras y se lo llevó lejos de aquel reinado.
Caprichito el niño monarca nunca alcanzó a entender que los pajaritos más pequeño, con su trinar, alertaban al poblado de los embates del águila y que, acalladas sus voces, era cuestión de tiempo pasara. (13/12/15)
Caprichito y el globo gigante...
Un día, Caprichito el niño monarca ordenó que inflaran un globo, que lo inflaran lo que más se pudiera... El globo debía verse desde otros reinos. Algunas personas le aconsejaron no hacer eso. El globo podía explotar y dejar en ruinas el reino, pero Caprichito hizo oídos sordos a los que trataban de ayudar al pueblo y solo escuchaba a los alcahuetes, que ovacionaban la medida. Caprichito, bailoteaba y hacía morisquetas al rededor del globo que, rápidamente, incrementaba su tamaño...
De repente el globo comenzó a salirse de control, los lacayos de Caprichito no lo podían sostener cerca del piso y se elevaba y se elevaba cada vez más... Asustado, el niño monarca, ordenó que lo ataran a una pesada canasta contenía los alimentos del reino, pero el globo era demasiado grande y pronto, elevó la canasta por encima de las cabezas del pueblo, los alcahuetes, los lacayos y el mismo Caprichito.
El globo se vió desde otros reinos y lo vieron muy bien, aplauderon el espectáculo, pero en el reino de Caprichito el niño monarca, su pueblo solo vió al pan, la carne, la leche y las verduras, irse hasta las nubes... (15/12/15)
De repente el globo comenzó a salirse de control, los lacayos de Caprichito no lo podían sostener cerca del piso y se elevaba y se elevaba cada vez más... Asustado, el niño monarca, ordenó que lo ataran a una pesada canasta contenía los alimentos del reino, pero el globo era demasiado grande y pronto, elevó la canasta por encima de las cabezas del pueblo, los alcahuetes, los lacayos y el mismo Caprichito.
El globo se vió desde otros reinos y lo vieron muy bien, aplauderon el espectáculo, pero en el reino de Caprichito el niño monarca, su pueblo solo vió al pan, la carne, la leche y las verduras, irse hasta las nubes... (15/12/15)
Caprichito y las ovejas...
En el reino de Caprichito el niño monarca, las ovejas estaban exaltadas y eran muchas. Y es que balaban de hambre, de cansancio. Todo el día poniendo el lomo para que las trasquilaran, y con su lana, hacer abrigos.
Balaban en las calles, balaban en la plaza, balaban debajo de las ventanas del reino. Se juntaban, se dispersaban y se volvían a agolpar. Cerraban los caminos, obstruian las entradas balando por alimento, balando como si pidieran ayuda...
A Caprichito se le ocurrió una idea de inmediato, mando a sus esbirros ordenar a la guardia, ir con palos y mangueras a arriar a las molestas bestias. Poco a poco las fueron desplazando de las calles y las plazas a un pequeño corral. Un corralito alejado del pueblo, para que pudieran hacer todo el escándalo que quisieran y fueran felices en su balar...
Con el tiempo una a una fue muriendo y su lana y su carne se fue pudriendo. Como nadie escuchaba sus quejidos, nadie se acordó de darles de comer y el hambre tomó por sorpresa sus vidas...
En el reino de Caprichito el niño monarca, se acerca el invierno y no hay abrigos ni carne, será un invierno muy frío, un invierno para recordar. (22/12/15)
Balaban en las calles, balaban en la plaza, balaban debajo de las ventanas del reino. Se juntaban, se dispersaban y se volvían a agolpar. Cerraban los caminos, obstruian las entradas balando por alimento, balando como si pidieran ayuda...
A Caprichito se le ocurrió una idea de inmediato, mando a sus esbirros ordenar a la guardia, ir con palos y mangueras a arriar a las molestas bestias. Poco a poco las fueron desplazando de las calles y las plazas a un pequeño corral. Un corralito alejado del pueblo, para que pudieran hacer todo el escándalo que quisieran y fueran felices en su balar...
Con el tiempo una a una fue muriendo y su lana y su carne se fue pudriendo. Como nadie escuchaba sus quejidos, nadie se acordó de darles de comer y el hambre tomó por sorpresa sus vidas...
En el reino de Caprichito el niño monarca, se acerca el invierno y no hay abrigos ni carne, será un invierno muy frío, un invierno para recordar. (22/12/15)
Caprichito y las madres...
Caprichito el niño monarca quería hacer lo que quisiera siempre, era de entender, era un niño y era caprichoso, una mezcla bastante simple, aunque con el poder que le daba su corona, podía ser peligrosa. Solo una persona tenía la autoridad de reprimir sus caprichos, esa persona era su madre. Una madre que a pesar de sus esfuerzos, no pudo aplacar los apetitos caprichosos del pequeño poderoso. De todos modos, Caprichito se sentía amenazado constantemente, esa mirada de desaprobación, ante sus decisiones, no lo dejaban disfrutar plenamente.
Un día al despertar, se le ocurrió una idea, decretar la prohibición inamovible de las madres de todo el reino... Sabía que si solo prohibía a su propia madre, no tardaría en ver esa mirada un alguna otra que estuviera en los jardines, en el mercado o LA PLAZA MAYOr.
Las madres fueron encerradas en los calabozos del reino y tanto Caprichito el niño monarca, como los demás niños del reino, pudieron vivir a sus anchas, comer lo que quisieran o irse a dormir a cualquier hora.
Lo que nunca entendió el monarca es que las madres no sólo estaban para brindar cuidados y reglas, sino que eran una fuente de MEMORIA. Ellas eran las encargadas de la transmisión de conocimientos, ahora, sin ellas, el pueblo, desmemoriado, está condenado a repetir, una y otra vez, sus errores. Cosa que si hubiera madre, no pasaría NUNCA MÁS!!! (04/01/16)
Un día al despertar, se le ocurrió una idea, decretar la prohibición inamovible de las madres de todo el reino... Sabía que si solo prohibía a su propia madre, no tardaría en ver esa mirada un alguna otra que estuviera en los jardines, en el mercado o LA PLAZA MAYOr.
Las madres fueron encerradas en los calabozos del reino y tanto Caprichito el niño monarca, como los demás niños del reino, pudieron vivir a sus anchas, comer lo que quisieran o irse a dormir a cualquier hora.
Lo que nunca entendió el monarca es que las madres no sólo estaban para brindar cuidados y reglas, sino que eran una fuente de MEMORIA. Ellas eran las encargadas de la transmisión de conocimientos, ahora, sin ellas, el pueblo, desmemoriado, está condenado a repetir, una y otra vez, sus errores. Cosa que si hubiera madre, no pasaría NUNCA MÁS!!! (04/01/16)
Caprichito y las caras tristes...
Caprichito el niño monarca seguía y seguía tomando medidas que traían malestar al pueblo. En las calles y en la plaza la gente mostraba su cara de dolor de desengaño, de tristeza absoluta. Caprichito desde la ventana más alta podía ver esas caras, podía distinguir sus expresiones, eso lo molestaba, eso lo ponía inquieto, así que consultó a sus alcahuetes. Estos se reunieron y le aconsejaron, Caprichito, feliz, puso manos a la obra.
Decretó entonces que todos estaban obligados a ser felices. Era, para el pueblo, una necesidad y una urgencia, este decreto.
A los que no podían ser felices, naturalmente, se les maquilló cual payaso. De esa manera por sobre sus caras de tristeza, resaltaban enormes sonrisas, grotescas, exageradas. Los que no llegaban a fin de mes con la comida, se los mandó a hacer malabares. Se sumaron los elefantes que pasaban todo el tiempo detrás de las bailarinas y pronto, lo que no era magia, se volvió una farsa y el Reino de Caprichito el niño monarca, se convirtió en el circo más grande. (06/01/16)
Decretó entonces que todos estaban obligados a ser felices. Era, para el pueblo, una necesidad y una urgencia, este decreto.
A los que no podían ser felices, naturalmente, se les maquilló cual payaso. De esa manera por sobre sus caras de tristeza, resaltaban enormes sonrisas, grotescas, exageradas. Los que no llegaban a fin de mes con la comida, se los mandó a hacer malabares. Se sumaron los elefantes que pasaban todo el tiempo detrás de las bailarinas y pronto, lo que no era magia, se volvió una farsa y el Reino de Caprichito el niño monarca, se convirtió en el circo más grande. (06/01/16)
Caprichito y los huevos rebeldes...
Caprichito el niño monarca estrenaba un mueble nuevo en su castillo, se trataba de una repisa con estantes para los muchos alimentos y utensilios de la cocina... Luego de contemplarla y criticarla un momento, tomó unas vacaciones, ya que consideraba que era mucho trabajo el que había hecho por unos días.
A su regreso se dispuso a acomodar cada cosa en su lugar, eso le divertía. Colocó los tenedores y los cuchillos en los cajones, los paquetes de harina y de azúcar en sus estantes y los frascos de miel un poco más arriba. Cuando llegó el turno de los huevo que las gallinas daban, los ordenó en fila, todo muy bonito y RESOLVIDO, pero la redondez de estos pequeños hacía que rompieran filas. Giraban, se corrían, rodaban e incluso, caían al vacío, manchando el piso de la cocina. Caprichito, caprichoso como siempre, los volvió a acomodar en fila y ordenaditos. No podía ser que los huevos no se acomodaran a su nueva y reluciente repisa. Era incomprensible e intolerante que por su forma, que era DIFERENTE a la de los PAQUETES y los alimentos ENFRASCADOS, estos diminutos huevos se sintieran LIBRES de moverse a su antojo. Pero los huevos se volvieron a desalinear y nuevamente, rodaron, giraron y ensuciaron los pisos del reino.
El niño monarca resolvió entonces que, como los PAQUETES tenían forma cuadrada y se amoldaban bien a los estantes de su nuevo mueble, los huevos debían tener la misma forma. Con un palo lo intentó, pero cada vez que los golpeaba, intentando amoldarlos, estos se rompían y salpicaban su CONTENIDO por toda la cocina. Intentó una y otra vez hasta que se enajenó. Los huevos no cambiarían su forma mientras conservaran la INTEGRIDAD de sus cáscaras. Era muy diferente a cuando la perdían y, mezclados con harina, se convertían en PANQUEQUES. Así mismo, el hecho que no obedecieran y se alinearan en el mueble, enojó a Caprichito el niño monarca, que mandó a ECHAR a todos los huevos del reino a la basura...
El reino nunca volvió a ser igual y los ingredientes no se volvieron a mezclar, siguen alineados en el mueble de la cocina. (15/01/15)
A su regreso se dispuso a acomodar cada cosa en su lugar, eso le divertía. Colocó los tenedores y los cuchillos en los cajones, los paquetes de harina y de azúcar en sus estantes y los frascos de miel un poco más arriba. Cuando llegó el turno de los huevo que las gallinas daban, los ordenó en fila, todo muy bonito y RESOLVIDO, pero la redondez de estos pequeños hacía que rompieran filas. Giraban, se corrían, rodaban e incluso, caían al vacío, manchando el piso de la cocina. Caprichito, caprichoso como siempre, los volvió a acomodar en fila y ordenaditos. No podía ser que los huevos no se acomodaran a su nueva y reluciente repisa. Era incomprensible e intolerante que por su forma, que era DIFERENTE a la de los PAQUETES y los alimentos ENFRASCADOS, estos diminutos huevos se sintieran LIBRES de moverse a su antojo. Pero los huevos se volvieron a desalinear y nuevamente, rodaron, giraron y ensuciaron los pisos del reino.
El niño monarca resolvió entonces que, como los PAQUETES tenían forma cuadrada y se amoldaban bien a los estantes de su nuevo mueble, los huevos debían tener la misma forma. Con un palo lo intentó, pero cada vez que los golpeaba, intentando amoldarlos, estos se rompían y salpicaban su CONTENIDO por toda la cocina. Intentó una y otra vez hasta que se enajenó. Los huevos no cambiarían su forma mientras conservaran la INTEGRIDAD de sus cáscaras. Era muy diferente a cuando la perdían y, mezclados con harina, se convertían en PANQUEQUES. Así mismo, el hecho que no obedecieran y se alinearan en el mueble, enojó a Caprichito el niño monarca, que mandó a ECHAR a todos los huevos del reino a la basura...
El reino nunca volvió a ser igual y los ingredientes no se volvieron a mezclar, siguen alineados en el mueble de la cocina. (15/01/15)
Caprichito, caprichoso, caprichaba caprichos...
Caprichito, caprichoso, caprichaba caprichos en Capricholandia.
Resulta que resolvía resoluciones RESOLVIDAS, resultado de la resonante repulsión por lo razonable.
Trabajaba trabajosamente para trabar el trabajo de trabajadores.
Reprimía repetidamente, repuntando la represión, reprimida ya por la República...
Organizaba organigramas donde se organizaran orgías en los organismos y horcas para los pueblos originarios, organizadores orgullosos de organizaciones populares.
Devolvía devotamente de bolsillo de votantes, sin debate, todo lo que devoradores de bobos cerebros, le había conseguido, por debajo, hablo de votos.
Duele el dolor donde ya no había, duele doler todo el día. Duele el dolor de lo perdido, duele perder lo devuelto al pueblo, duele de día y de noche, el dolor de volver atrás.
Pero no pensaremos como perdedores, perderán la calma, perseguidos por personas de perpetua lucha. Permaneceremos de pie, porque pertenecemos a la clase de persona perra, que no se rinde! (16/01/16)
Caprichito y las preguntas...
A Caprichito el niño monarca no le gustaba que le preguntaran lo que no sabía o no quería responder. Todo empezó un día en el colegio. La maestra le preguntó si se decía RESOLVIDO o resuelto y enfureció, se retiró de la clase y así es como nunca, aprendió mucho de nada. Sus consejeros le hacían preguntas y cuando él no podía responder, se levantaba caprichosamente y se retiraba refunfuñando...
Sabía que no podía vivir retirándose de todo lugar, ni evitar que le preguntaran lo que no quería y no podía contestar. Acudió entonces al hechicero del reino, un mago cuyos poderes de MAGNETISMO, eran muy envidiados por malhechores de otros reinos. MAGNETTO el brujo, construyó entonces una cota mágica para Caprichito. Se trataba de una coraza con carga magnética, que repelía cualquier pregunta y la echaba lejos, donde nadie pudiera escucharla, era maravillosa y funcionaba a la perfección. Así mismo, el hechicero, advirtió al niño monarca, que este BLINDAJE, estaba ligado al campo magnético del reino y cualquier variación en su carga, podía ser una sorpresa.
Caprichito el niño monarca era feliz, bailotaba por el castillo, se aparecía en la plaza, recorría los mercados y todas las preguntas que la gente tenía echaban a volar lejos cual pájaros y nadie las podía escuchar... Un día Caprichito se distrajo y empezó a alejarse, siguiendo mariposas verdes. La gente le preguntaba a donde iba, sus alcahuetes lo interrogaban si estaba seguro de lo que hacía, pero a esas preguntas se las llevaba el viento y nunca llegaron a sus oídos, ni a los de nadie. Pronto se encontró demasiado lejos de su reino y cuando se percató, su cota mágica había cambiado de poder...
Todas las preguntas que alguna vez alguien hizo y que parecían haber desaparecido en el horizonte, estaban ahí, en las lejanías del pueblo. La coraza que cargaba Caprichito, con su carga magnética invertida, las empezó a atraer... Miles de pregunta golpeaban al niño monarca, que corría desesperado buscando regresar a la seguridad de sus aposentos. Golpearon su corona, golpearon su bastón y golpearon el BLINDAJE que, con tanto orgullo, había vestido hasta el momento. Miles y miles de "porque hace esto?" y "está seguro que esto está bien?" chocaron sobre su cara, su cuello y sus pies, dejando una marca o un moretón... Finalmente, cansado y ofendido, Caprichito el niño monarca, llegó a su habitación en el castillo, esperando que, el hechicero con su magia, lo volviera a proteger...
(22/01/16)
Sabía que no podía vivir retirándose de todo lugar, ni evitar que le preguntaran lo que no quería y no podía contestar. Acudió entonces al hechicero del reino, un mago cuyos poderes de MAGNETISMO, eran muy envidiados por malhechores de otros reinos. MAGNETTO el brujo, construyó entonces una cota mágica para Caprichito. Se trataba de una coraza con carga magnética, que repelía cualquier pregunta y la echaba lejos, donde nadie pudiera escucharla, era maravillosa y funcionaba a la perfección. Así mismo, el hechicero, advirtió al niño monarca, que este BLINDAJE, estaba ligado al campo magnético del reino y cualquier variación en su carga, podía ser una sorpresa.
Caprichito el niño monarca era feliz, bailotaba por el castillo, se aparecía en la plaza, recorría los mercados y todas las preguntas que la gente tenía echaban a volar lejos cual pájaros y nadie las podía escuchar... Un día Caprichito se distrajo y empezó a alejarse, siguiendo mariposas verdes. La gente le preguntaba a donde iba, sus alcahuetes lo interrogaban si estaba seguro de lo que hacía, pero a esas preguntas se las llevaba el viento y nunca llegaron a sus oídos, ni a los de nadie. Pronto se encontró demasiado lejos de su reino y cuando se percató, su cota mágica había cambiado de poder...
Todas las preguntas que alguna vez alguien hizo y que parecían haber desaparecido en el horizonte, estaban ahí, en las lejanías del pueblo. La coraza que cargaba Caprichito, con su carga magnética invertida, las empezó a atraer... Miles de pregunta golpeaban al niño monarca, que corría desesperado buscando regresar a la seguridad de sus aposentos. Golpearon su corona, golpearon su bastón y golpearon el BLINDAJE que, con tanto orgullo, había vestido hasta el momento. Miles y miles de "porque hace esto?" y "está seguro que esto está bien?" chocaron sobre su cara, su cuello y sus pies, dejando una marca o un moretón... Finalmente, cansado y ofendido, Caprichito el niño monarca, llegó a su habitación en el castillo, esperando que, el hechicero con su magia, lo volviera a proteger...
(22/01/16)
Texto y dibujo: Caito
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